¡Bienvenidos!!!

La huevada (re)reloded...Welcome to our magic world.

lunes, 16 de mayo de 2011

::: Alicia viaja en TBA :::


Cuántas veces al mes nos llega a través de los medios de comunicación alguna noticia acerca de un hecho sucedido en un tren? Incendios, robos, disturbios, accidentes, peleas… en fin, ferrocarriles que van a los cuatro puntos cardinales son cada tanto (o cada poco) noticia que termina en boca de todos.
Hoy tomó lugar la excepción a la regla trenística. Fue un día raro desde el vamos. Partí como a las 11 de la mañana, a una reunión cerca de casa, en vez del habitual y últimamente pesado 9 y cuarto… 9 y veinte, dependiendo cuánto tiempo tarde en patearme la cabeza el karateca café negro, sin leche y sin azúcar que desayuno.
La reunión: bárbara, lo cual hizo que me dieran ganas de caminar hasta la parada del tren. Estaba más perdida que perro en cancha de bochas así que decidí pedir direcciones. Me reí para mis adentros cada vez que un belgranense me miraba raro cuando les preguntaba por la parada del tren. La gente de Belgrano debe tomar trenes. Según mi estadística bizarra del día, no.
En fin, alguien gritó de lejos en alguna de las negativas: “Seguí derecho, negra que te chocás con la vía”. Y ahí partí yo, con mis ballerinas de gamuza negra que no puedo dejar de admirar, caminando rapidito hacia Libertador. Injerto de auriculares mediante, un poco de musiquita pochoclera, me pareció oír que hacían 17° 5´.
Llegué a la parada y venía el tren. Me acerqué al andén y en eso sin entender mucho se me viene una chica encima. Olor a quemado y chispas por todos lados, la chica se había asustado. Es que esa formación no pensaba parar en dicha estación, y tampoco bajó la velocidad, lo que devino en humo y desconcierto que duró unos 2 minutos.
Después de eso esperamos 23 minutos más a que pasara otro. Mi teléfono no paraba de sonar y yo le daba click al auricular, y volví a sentirme como Andrea Bonelli en Los Exitosos Pells (pero tercermundista, ahora sin BB). Claro, ya no éramos 5, ahora rondábamos los 73 paisanos esperando en el andén, cuando llegó la máquina.
11 minutos de viaje habían pasado, y comenzó el traqueteo. La gente corría de lado a lado empujándose ya sin recaudo ni respeto. Primero, fatalista, pensé que se habían agarrado a trompadas, un robo o una toma de rehén. Y apiñados como estábamos, nos movíamos todos como pinos de bowling reorganizados de izquierda a derecha por una maquinola especializada.
Me desenchufé la música, no entendía nada. La gente gritaba: “Ahí está, ahí está”. Y ahí nomás me cayó la ficha: algo se movía entre nuestros tobillos... zaz! Roedor! En 5 segundos visualicé en mi mente una rata de 45cms como la que vi un martes a las 7 y 10 de la tarde, a oscuras saltando por la plaza Vicente López.
No me dieron las patas para salir corriendo. No sé cómo me liberé de ese atado de espárragos y me acurruqué en una esquina. Esperaba confirmar la presencia de la alimaña para literalmente saltar del vagón. Tengo poca empatía con los animales, pero las ratas me dan un especial asco y temor como las comadrejas o los pericotes.
Y en medio del caos, alguien gritó incrédulo: “Es un conejo!”. Un conejo blanco apareció en escena y a mí se me quemaron los libros. No entendía nada. Me sentía Alicia en el País de las Maravillas corriendo DE un conejo. Cómo había subido? Pertenecería a alguien? Habría saltado de algún descampado de Zona Norte?
Y sí, si estamos en Argentina, y es el país de las maravillas, un lugar maravilloso donde todo puede pasar. Donde un certamen de baile amateur tiene más rating que las olimpiadas; donde un piquetero y una vedette pueden ser diputados. Un país donde te pueden imponer un impuesto del 65% y al mes darlo de baja.
Un país donde las chicas andan por la calle vestidas como si acabaran de bajar de la pasarela y la mayoría se cree que le sobran un par de kilos o que “hay otras más lindas”. Un país donde las discusiones sobre fútbol permiten que los chicos se agarren a piñas, pero a la hora de involucrarse en política o problemáticas sociales “mejor pasan”.
Un país que produce reinas, Premios Nobel, deportistas de máximo nivel y dulce de leche. Un país que impulsó la radiofonía mundial con un grupo de locos que andaban por los techos. Un país que produce científicos Premium de exportación. Un país que te llena las arterias de grasa vacuna pero te puede te lo remata inventando un By Pass coronario.
Un país donde una semana la noticia es que se incendiaron vagones de un tren porque los usuarios estaban disconformes con el servicio. Un país donde pueden superar tanto el límite de pasajeros en un tren que algunos viajan colgados de los vagones como cintas de colores en la bici de una nena de barrio.
Un país donde un conejo blanco te pateó la idea de que ese viaje al trabajo iba a ser igual que cualquier otro. Un país extravagante, heterogéneo y encantador que hace putear la mitad del día, y la otra mitad, mate y cuernito de grasa mediante, te hace decir: “Y yo no entiendo cómo los que se van a vivir afuera no extrañan esto”.


El Bicho Canasto en el País de las Maravillas

No hay comentarios:

Publicar un comentario