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martes, 10 de mayo de 2011

::: Dos reinas disímiles :::


Hubo un tiempo atrás, tiempo de olor a copal y sonido de tambores de fondo, allá por lo más austral del continente. Allí donde la incertidumbre marcaba a los habitantes, allí coincidieron dos reinas disímiles.
Una rubia hermosa, la otra, una negra sonriente. Una venía de la alta alcurnia europea, la otra hija de un cacique tehuelche. Una cantaba con el viento, la otra experta en versos y refranes (de canto nada es mucho).
Hubo una casa cerca de la costa fría. Una limpiando salmón, la otra dando directivas. Las horas pasaron, los días se acumularon, y la rutina continuaba siendo la misma. Limpiar, cortar, derivar. Supervisar, suspirar, supervisar.
Y hubo un día en que se comunicaron. No compartían idioma, sus ojos trataban de escapar de esa realidad abúlica que las azotaba. Y entonces, entre señas, cantos y buenos augurios, conectaron más allá de las diferencias.
Hicieron su pena cada día menor y aprendieron a reír de los detalles de la vida y a enfrentar la rutina con una sonrisa. Dichas, dolores, amores… la vida pasaba y la compañía la hizo llevadera.
Y entonces vinieron las tardes, después de la faena, sentadas en el piso, con las piernas en cruz, compartiendo infusiones y charlas eternas. El idioma ya no era una frontera, pero la conjunción de miradas multicolor resultaba más efectiva.
Cada día, despertaban buscando aquello que las haría decidir que ese sería el primer día del resto de sus vidas. Fueron y vinieron amores, y aún así siempre el porvenir resultaba el primer día.
Charlaron hasta agotar temas, cantaron en la montaña. Meditaron en silencio. Se acompañaron en los tropiezos y se celebraron en las alegrías. Apretaron sus manos en los fracasos y desdichas, y brindaron en los logros y alegrías.
Pasó la vida y las dos reinas cumplieron un ciclo. El universo decretó que ya era hora de partir. Volvieron en otras formas. Hubo una época en que fueron una tortuga y un gusano. Hubo otras vidas anteriores que no conocemos.
Contemporáneamente, se las ve paseando por el mundo, cada una por su lado. El norte, el sur, el caribe, la madre patria. Estén donde estén, aquello que las unió hace varias vidas las sigue convocando.
El salmón fresco, las infusiones vespertinas, las charlas eternas. La contención, la música y los versos. Esa amistad centenaria las persigue y las acompaña por el mundo.
La hermandad flota en el aire y las convocará vida a vida. Una de ojos azules, la otra de ojos pardos. Dos reinas que quieren reír del día a día. Que buscan amores, seguras de que la vida esconde un secreto maravilloso para regalarles.
Dos reinas que se hicieron hermanas del alma, unidas por una amistad que les enseñó a sonreírle a la vida. Dos reinas que tienen en claro que no importa la tierra que separa sino el cielo que une.


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A mi hermana (menor) del alma, que la quiero tanto, en su cumpleaños feliz....

2 comentarios:

  1. Excelente me encanto!!!!!! Clap clap

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  2. Genial, fue el mejor regalo del mundo. Lo re leo, a la distancia de todo. Te adoro!

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