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La huevada (re)reloded...Welcome to our magic world.

domingo, 22 de mayo de 2011

Le dicen cuatro pe...(todavía no se porque)


Todo un tipo resumido en un envase así de chiquito. Dosis de sabiduría concentrada.

Parece mentira la seriedad en sus vagones de palabras escondidas, estratégicamente, en su sonrisa de nariz de payaso. O la sapiensa de su concentración mientras busca un punto de equilibrio, desprolijamente emprolijada, con el artilugio de coordinar sus clavas color flúor. Flúor como los condimentos que pican hasta el apellido de la madre. Artilugio de paladar en palabras propias. Propias, prestadas o robadas de algún otro gran filósofo, muy anterior, que no se animó a declararse hippie. Yo opino que tal vez (sólo tal vez) porque a la revolución hippie de John, porro y pelo largo, todavía le faltaba un golpe de horno. El no se declara nada y es todo al mismo tiempo (pero eso todavía ni él lo sabe)

Así de chiquito y así de complejo. Digo, completo y multiuso. Amigo mejor que el cif de cocina que limpia el baño cuando no queda del otro. Así de multiuso. Así de grande.

Y con la misma facilidad con la que se esconde en un personaje Juan José Miscelaneo, te tira sutil y de frente manteca la verdad simple de la vida. Casi que te digo que te la escupe en la cara, si no fuera porque todavía conserva los modales gentelman importado en el 1 a 1. Digamos mejor que te deja la verdad colgada ahí, como la zanahoria del burro. Ahí...picando.

Lo mejor es que el tipo viene y te resume tu impersonalidad compleja en una sola comida (o más bien en una costumbre). Tres palabras: mate con facturas. Y él? Para mi él es el dulce de leche. No por lo obvio, sino por lo mágico. Por eso de la excelencia del invento por error. Por alquimia descuidada en la cocina, como pasó algún día cuando una hermosa doña dejó calentar la leche más de lo debido...Y así, básicamente de pedo, te inventó el dulce de leche. Es así, sin saber que la estabas buscando, de repente pumba: te encontrás con su magia...Así, por alquimia.

No somos amigos, porque los títulos se los lleva el viento o se dejan guardados en un ropero. Hermanos menos que menos! No me animo a pedirle que me haga el favor de hermandad...él ya carga como 7 y todos tienen muchos nombres. Mejor somos lo que somos hoy: mucho gusto, no me acuerdo, o me acuerdo de vez en cuando. No sé.

Puro nombre capicúa. Con su manito siempre en la cintura (como un gesto sin querer) te abre los ojitos con cara de felicidad y asombro. Y de pasaporte, un mundo entero...

LaChuni
A mi hermano aunque le pese (dos kg de miñoncitos...)

lunes, 16 de mayo de 2011

::: Alicia viaja en TBA :::


Cuántas veces al mes nos llega a través de los medios de comunicación alguna noticia acerca de un hecho sucedido en un tren? Incendios, robos, disturbios, accidentes, peleas… en fin, ferrocarriles que van a los cuatro puntos cardinales son cada tanto (o cada poco) noticia que termina en boca de todos.
Hoy tomó lugar la excepción a la regla trenística. Fue un día raro desde el vamos. Partí como a las 11 de la mañana, a una reunión cerca de casa, en vez del habitual y últimamente pesado 9 y cuarto… 9 y veinte, dependiendo cuánto tiempo tarde en patearme la cabeza el karateca café negro, sin leche y sin azúcar que desayuno.
La reunión: bárbara, lo cual hizo que me dieran ganas de caminar hasta la parada del tren. Estaba más perdida que perro en cancha de bochas así que decidí pedir direcciones. Me reí para mis adentros cada vez que un belgranense me miraba raro cuando les preguntaba por la parada del tren. La gente de Belgrano debe tomar trenes. Según mi estadística bizarra del día, no.
En fin, alguien gritó de lejos en alguna de las negativas: “Seguí derecho, negra que te chocás con la vía”. Y ahí partí yo, con mis ballerinas de gamuza negra que no puedo dejar de admirar, caminando rapidito hacia Libertador. Injerto de auriculares mediante, un poco de musiquita pochoclera, me pareció oír que hacían 17° 5´.
Llegué a la parada y venía el tren. Me acerqué al andén y en eso sin entender mucho se me viene una chica encima. Olor a quemado y chispas por todos lados, la chica se había asustado. Es que esa formación no pensaba parar en dicha estación, y tampoco bajó la velocidad, lo que devino en humo y desconcierto que duró unos 2 minutos.
Después de eso esperamos 23 minutos más a que pasara otro. Mi teléfono no paraba de sonar y yo le daba click al auricular, y volví a sentirme como Andrea Bonelli en Los Exitosos Pells (pero tercermundista, ahora sin BB). Claro, ya no éramos 5, ahora rondábamos los 73 paisanos esperando en el andén, cuando llegó la máquina.
11 minutos de viaje habían pasado, y comenzó el traqueteo. La gente corría de lado a lado empujándose ya sin recaudo ni respeto. Primero, fatalista, pensé que se habían agarrado a trompadas, un robo o una toma de rehén. Y apiñados como estábamos, nos movíamos todos como pinos de bowling reorganizados de izquierda a derecha por una maquinola especializada.
Me desenchufé la música, no entendía nada. La gente gritaba: “Ahí está, ahí está”. Y ahí nomás me cayó la ficha: algo se movía entre nuestros tobillos... zaz! Roedor! En 5 segundos visualicé en mi mente una rata de 45cms como la que vi un martes a las 7 y 10 de la tarde, a oscuras saltando por la plaza Vicente López.
No me dieron las patas para salir corriendo. No sé cómo me liberé de ese atado de espárragos y me acurruqué en una esquina. Esperaba confirmar la presencia de la alimaña para literalmente saltar del vagón. Tengo poca empatía con los animales, pero las ratas me dan un especial asco y temor como las comadrejas o los pericotes.
Y en medio del caos, alguien gritó incrédulo: “Es un conejo!”. Un conejo blanco apareció en escena y a mí se me quemaron los libros. No entendía nada. Me sentía Alicia en el País de las Maravillas corriendo DE un conejo. Cómo había subido? Pertenecería a alguien? Habría saltado de algún descampado de Zona Norte?
Y sí, si estamos en Argentina, y es el país de las maravillas, un lugar maravilloso donde todo puede pasar. Donde un certamen de baile amateur tiene más rating que las olimpiadas; donde un piquetero y una vedette pueden ser diputados. Un país donde te pueden imponer un impuesto del 65% y al mes darlo de baja.
Un país donde las chicas andan por la calle vestidas como si acabaran de bajar de la pasarela y la mayoría se cree que le sobran un par de kilos o que “hay otras más lindas”. Un país donde las discusiones sobre fútbol permiten que los chicos se agarren a piñas, pero a la hora de involucrarse en política o problemáticas sociales “mejor pasan”.
Un país que produce reinas, Premios Nobel, deportistas de máximo nivel y dulce de leche. Un país que impulsó la radiofonía mundial con un grupo de locos que andaban por los techos. Un país que produce científicos Premium de exportación. Un país que te llena las arterias de grasa vacuna pero te puede te lo remata inventando un By Pass coronario.
Un país donde una semana la noticia es que se incendiaron vagones de un tren porque los usuarios estaban disconformes con el servicio. Un país donde pueden superar tanto el límite de pasajeros en un tren que algunos viajan colgados de los vagones como cintas de colores en la bici de una nena de barrio.
Un país donde un conejo blanco te pateó la idea de que ese viaje al trabajo iba a ser igual que cualquier otro. Un país extravagante, heterogéneo y encantador que hace putear la mitad del día, y la otra mitad, mate y cuernito de grasa mediante, te hace decir: “Y yo no entiendo cómo los que se van a vivir afuera no extrañan esto”.


El Bicho Canasto en el País de las Maravillas

martes, 10 de mayo de 2011

::: Dos reinas disímiles :::


Hubo un tiempo atrás, tiempo de olor a copal y sonido de tambores de fondo, allá por lo más austral del continente. Allí donde la incertidumbre marcaba a los habitantes, allí coincidieron dos reinas disímiles.
Una rubia hermosa, la otra, una negra sonriente. Una venía de la alta alcurnia europea, la otra hija de un cacique tehuelche. Una cantaba con el viento, la otra experta en versos y refranes (de canto nada es mucho).
Hubo una casa cerca de la costa fría. Una limpiando salmón, la otra dando directivas. Las horas pasaron, los días se acumularon, y la rutina continuaba siendo la misma. Limpiar, cortar, derivar. Supervisar, suspirar, supervisar.
Y hubo un día en que se comunicaron. No compartían idioma, sus ojos trataban de escapar de esa realidad abúlica que las azotaba. Y entonces, entre señas, cantos y buenos augurios, conectaron más allá de las diferencias.
Hicieron su pena cada día menor y aprendieron a reír de los detalles de la vida y a enfrentar la rutina con una sonrisa. Dichas, dolores, amores… la vida pasaba y la compañía la hizo llevadera.
Y entonces vinieron las tardes, después de la faena, sentadas en el piso, con las piernas en cruz, compartiendo infusiones y charlas eternas. El idioma ya no era una frontera, pero la conjunción de miradas multicolor resultaba más efectiva.
Cada día, despertaban buscando aquello que las haría decidir que ese sería el primer día del resto de sus vidas. Fueron y vinieron amores, y aún así siempre el porvenir resultaba el primer día.
Charlaron hasta agotar temas, cantaron en la montaña. Meditaron en silencio. Se acompañaron en los tropiezos y se celebraron en las alegrías. Apretaron sus manos en los fracasos y desdichas, y brindaron en los logros y alegrías.
Pasó la vida y las dos reinas cumplieron un ciclo. El universo decretó que ya era hora de partir. Volvieron en otras formas. Hubo una época en que fueron una tortuga y un gusano. Hubo otras vidas anteriores que no conocemos.
Contemporáneamente, se las ve paseando por el mundo, cada una por su lado. El norte, el sur, el caribe, la madre patria. Estén donde estén, aquello que las unió hace varias vidas las sigue convocando.
El salmón fresco, las infusiones vespertinas, las charlas eternas. La contención, la música y los versos. Esa amistad centenaria las persigue y las acompaña por el mundo.
La hermandad flota en el aire y las convocará vida a vida. Una de ojos azules, la otra de ojos pardos. Dos reinas que quieren reír del día a día. Que buscan amores, seguras de que la vida esconde un secreto maravilloso para regalarles.
Dos reinas que se hicieron hermanas del alma, unidas por una amistad que les enseñó a sonreírle a la vida. Dos reinas que tienen en claro que no importa la tierra que separa sino el cielo que une.


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A mi hermana (menor) del alma, que la quiero tanto, en su cumpleaños feliz....