A Mario (creo) con amor...
El tipo se llamaba Mario, aunque su verdadero
nombre no lo recuerdo. Trabajaba por voluntad propia en el gran barco
Ultramar. Para nosotros -los que viajamos- hubiera sido más saludable que no tocara la
guitarra o, en el mejor de los casos, ser sordos de ambos oídos.
Lo importante de todo este asunto era su
sonrisa. Que tocara mal y cantara aún peor, es anecdótico.
Mario te miraba y sonreía con los ojos. Sonreía detrás de todas sus pecas del
caribe. Sonreía con -casi todos- sus dientes, con toda su alma, con toda su música. Y a vos no te importaba que no afinara. Ni siquiera te importaba que no
le embocara (ni por error) a ninguna nota. Al final aplaudías hasta que te dolían
las manos. Aplaudías porque terminaba la tortura. O mejor aún, por todas la
sonrisas…
A la isla, dentro de mi.
LaChuni
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