por Butterfly
Ella miraba el reloj cada treinta segundos, parecía que el tiempo no pasaba más, que el día se eternizaba por momentos. Las manos frías, el cuerpo cortado, la mirada perdida. Pero seguía esperando a que en algún momento alguien pase y se percate que estaba allí. Sin muchas más expectativas que esa, cayó la noche y de a poco la oscuridad se apoderó de su silueta, y así desapareció de esa esquina.
Sin saber cuál era la razón se sentía esquivada, ignorada, sentía que la miraban con mucho miedo, desde lo lejos.
Está cansada de que sus visitas sean tan poco esperadas, que se resistan tanto a estar con ella, a hablarle, a agarrarla. No entiende porqué, y por momentos llora, por momentos busca, por momentos duerme, por momentos sólo los observa, cómo ellos juegan a no necesitarla, cómo la evitan, como se resisten a verla, a elegirla.
Ella va todos los días a observarlos, algunas veces va con su vestido claro, su pelo suelto, y caminando tan suavemente que casi no se hace sentir, y otras va y arrasa, va de negro y se impone, y al pasar deja como un aire frío y denso que se hace insoportable, y ya cansada de esperar toma a uno de ellos y se lo lleva.
Es una mezcla rara de sentimientos los que genera, por momentos despierta ganas de salir con ella a descubrir que hay afuera, te habla de tal manera que hace que descubras cosas que ni si quiera podías imaginar que tenías dentro, y te hace sentir muy bien.
Y en otros momentos, da mucho miedo, te mira raro, te busca y vos no querés, pero si es momento de que te acompañe no le importa y te agarra igual.
Y te hace sentir vacía, y te angustia y te dan ganas de llorar y tenés miedo y querés irte y te resistís a hacer un viaje con ella, porque no habla, porque no dice nada, porque solamente te mira y te genera una sensación rara, oscura, de desgano, de angustia.
Hasta que por cansancio te gana, y te lleva, y caminan juntas. Al principio no la querés mirar, te da mucha ira, no aceptás que ella sea tu compañera en esta parte del camino, y lloras, y gritas, y recordás…
Y de a poco su mirada se ablanda, ya no hace tanto frío, ya no se miran tan mal, ya no se esquivan. Empiezan a compartir momentos, caminatas, libros.
Y ya no le tenés miedo, y ella esta de blanco, y camina suave al lado tuyo, y por momentos te abraza y te sostiene y se transforma en tu aliada, y aprendes a quererla y mucho más a necesitarla.
Yo no se porque a la soledad le cuesta tanto poder acercarse, y a uno tanto darle la mano…
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Este texto fue escrito por una de las personas más sabias que conozco.
Bruyin Dedol agradece afectuosamente su aporte.
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