La primavera siempre llega. Tarde
pero seguro. Las flores se asoman sin pudor de entre las hojas verdes, así como los
escotes salen sin pedir pedir permiso a otear qué onda por allí.
El polen pica más
de una nariz con una de esas sensaciones que lejos de molestar, nos recuerdan
que estamos vivos.
Se predispone un escenario de
endorfinas y Vitamina D. Aparecen mariposas que vuelan no sólo afuera sino
también adentro, que van y vienen para ponerle un poco de burbujas a ese vino
rancio que veníamos tomando.
Y entonces… copa de champagne
helado en mano, parece sonar Drive my Car de los Beatles y de repente pasás
por una vidriera y te ves reflejada en un vestido de colores diciendo “¿Quién me manda a
trabajar de lunes a viernes con un espectáculo de día como hoy?”.
Mirás el reloj con insistencia. No
ves la hora de que sean las 6 para salir a tomar algo, "porque hay que estirar
el día". Ese día maravilloso que no tiene
nada de diferente a cualquiera de hace un mes atrás, más que 15 grados arriba.
Pero ahora el mojito tiene más
sabor, el delineador más definición y el viento que entra por la ventana del
auto te hace sentir Audrey Hepburn bajando por la escalera de incendios de su depto.
de Manhattan.
El sol de primavera cae como
catarata sobre la ciudad, acariciándola con sus fantasías de diversión, amor y
felicidad. Hay olor a flores y a libertad. Sale del cuerpo ese rush que hace
que tanta gente empiece el gimnasio, o en igual medida, inicie una relación que
tenía postergada.
Se entregarán barbijos en hospitales
y municipios. ¿Escuchas la música? Caminá lejos. ¿Tenés impulsos de hacer cosas
nuevas? Tratá de olvidarlo rápidamente. ¿Sentís importantes deseos de vivir? Volvé lo antes posible a tus quehaceres.
Tomar decisiones en esta época del año, puede
cambiar su vida.