Qué
cansancio este de tenerte y perderte. “Easy comes, easy goes”, diría Freddy. Como un camaleón, mi vida se transforma
una y otra vez, adaptándose al molde "cromosoma y" que figure en cartel. Porque
seamos honestas, aunque mantengamos nuestra esencia, en algún punto se empieza a ceder.
Si bien una compra la promesa del producto… y le pone
fichas… y se juega… y se entrega... y se lanza… a veces, no da. Hay una teoría de Reclutamiento
de Personal que dice que un perfil y un puesto son dos fichas de rompecabezas.
Si no encajan, no va a funcionar. Mucho gusto y buena suerte.
Si no escuchamos esta vocecita que arma desde arriba el puzzle,
la cosa se nos viene en contra. Porque “los Otros” (que no son los de Lost ni
somos nosotras) no se tiran a la pileta sin saber si hay agua. O capaz, no les
interesa que haya agua. Prefieren nadar en una pileta una llena de fideos a lo Patch
Adams o una de barro a lo Mud Wrestling.
Tomemos el caso de mi querido José Federico, como ejemplo.
Precioso espécimen, “ensillamelo a él”, diría una querida amiga. La promesa de
una vida estable y sana lejos de la ciudad hostil, era comprable. Aún así,
imposible lograrlo con una cabeza que no baja de 200 Km . por hora y un amor
que no sube ni con polea.
Pasemos ahora a la “Exhibición B”: Juan Pedro. Prestigioso
empresario, futuro prometedor. Excelente persona, aunque un poco selectivo. Perfecto,
impecable, limpito. Besarlo, era como besar una iguana. Dueño de una belleza
discreta y personal, pero termina sintiéndose en tus labios como PVC. Producto:
bueno. Promesa: miedo.
El tercer caso, Luis Alberto, es un poco más complejo. Producto
tallado por los dioses del diseño industrial. Mi Edward Cullen personal: ojos
de ámbar, pelo de rey sol, piel de mármol, cuerpo de Apolo. La propuesta
sensorial, si bien se presentó borrosa allá a principios de 2009, la verdad es que fue aceptada desde el primer spot.
La promesa: redactada por Philip Kotler. Su CI, sustancial.
Su visión e independencia contrastan con su oportuna impertinencia. Dueño de un
léxico impecable y mucho rock n´roll. Nivel de
frustración: Alto. Producto vencido, agrio, venenoso. Creo que una vez abierto
no fue guardado en la heladera. Pero para el caso, si viene dañado del dueño anterior, yo usado no quiero comprar.
Me parece que en algún punto, espero que algo fantástico y
maravilloso pase. Creo que voy a vivir en una comedia romántica, en la que me voy
a besar en Times Square con fuegos artificiales, mientras suena de fondo “I´ve
Got You Under My Skin”, de Cole Porter. Pero seamos realistas, la vida no está redactada
por Marian Keys o por Stephenie Meyer.
Quizás sea hora de dejar de buscar protagonistas de nombre
compuesto, a lo telenovela venezolana, y empezar a hacernos cargo, querido
alter ego, de que una mujer en sus middle 20´s sabe perfectamente lo que
quiere de la vida. Y como sabe lo que quiere, sabe también con qué clase de
“perfil” quiere construir eso.
No soy ninguna damisela en apuros esperando ser salvada,
vestida de miriñaques y faldas de eternas capas. Soy una profesional exitosa,
que escribe y pinta para sentir. Que canta pésimo para hacer catarsis. Bella, considerada y atenta. De pie y de
pantalones de María Vazquez talle 40, combinados con ballerinas de
diseñador.
Porque sé quién soy, no necesito que nadie me venga a salvar,
porque nada de lo que carezco me preocupa tanto. Y tampoco necesito rescatar a
nadie. Es tremendo padecer del complejo de “Sweet November,” porque
siempre habrá faltas en el otro, y no es nuestro rol cambiarlas. Así que en
este feriado de sol y frío, yo, queridos amigos, mate de por medio, me voy a
ver una de Rambo.
* Si bien los nombre susados son inventados, todos estos
hombres tienen realmente nombres compuestos.
** Aunque use un tono un tanto caricaturesco, nadie es tan
bueno ni tan malo como lo planteo. Todos han sido bien queridos.
*** La primera versión de este texto fue escrita en septiembre
de 2011. Mis respetos al Flaco.
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